Pongamos que nuestro cerebro fuera una casa, un hogar lleno de estancias interconectadas que vamos decorando con aprendizajes, amueblando con vivencias. Las ventanas tamizan los sentidos y las alfombras permiten caminar cómodamente por nuestra identidad hasta que un día, desafortunadamente, empiezan a llegar ráfagas de viento trayendo la bruma del alzhéimer. Pero en este edificio que el tiempo amenaza con la erosión hay algo que permanece inamovible: la habitación en la que guardamos las melodías. Pepe Olmedo (Granada, 1988) logra que los mayores vuelvan a adueñarse de estancias que creían olvidadas; las visita con ellos cada vez que hace sonar la música de sus vidas».
Así comienza el artículo de El País protagonizado por la asociación ‘Asociación Música para Recordar’, que dirige el joven psicólogo granadino Pepe Olmedo. (…)
«Reivindica el psicólogo que “la música se asocia a nuestra vida, a nuestros recuerdos, a nuestras emociones” y a través de ella podemos abrir estancias que pensábamos tapiadas: “Si intentamos comunicarnos con ellos a través de la emoción va a ser sencillo, lo vamos a poder conseguir”. Surge entonces una pregunta: ¿cuántas familias que cuidan a personas con alzhéimer en sus casas pueden beneficiarse de algo tan maravilloso como es la música y a lo mejor no lo están haciendo? Del interrogante nace la asociación con la cual Pepe difunde, forma y conciencia: “Ponte a su altura, cógele de la mano, mírale a los ojos y canta las canciones de su vida”.
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